Pero a los 19 años tuve una conversación con mi mejor amiga que me hizo un clic en la cabeza.
Me habló de un libro que decía que el gluten hacía estragos. Y que los lácteos no eran tan buenos como nos habían hecho creer.
En los años siguientes, me entregué al universo de la alimentación.
Leía artículos, devoraba vídeos, recorría herbolarios en busca de ese superalimento que cambiaría mi vida…
¿Por salud? Sí, claro.
Pero sobre todo por estética.
Años después, llegó el segundo clic.
La escena fue parecida: una charla con mi mejor amiga. Pero ahora el tema era la dieta cetogénica.
«He encontrado a una tía en YouTube que dice que las grasas son buenas y que los carbohidratos son los malos de la película«, me dijo.
Mi padre —antisistema profesional— llevaba años insistiendo en que la grasa era esencial. Que el colesterol era el alimento del cerebro, que todo mejoraba con un huevo frito encima.
Claro, a ver cómo le explico yo esto a mi yo de los 90, criada en la religión de lo “light”, con pavor a la mantequilla y convencida de que lo mejor que se podía hacer con una yema de huevo era tirarla.
Así descubrí la alimentación evolutiva, lo que era la cetosis, el ayuno intermitente, la flexibilidad metabólica. Y en 2019 decidí hacer lo que cualquier persona con una obsesión funcional haría:
Formarme.
Dejé de ver la comida como un enemigo y empecé a entenderla como lo que realmente es: una herramienta para darle a tu cuerpo lo que necesita.
Lo que siempre nos habían contado, no encajaba.
Nos dijeron que la grasa engorda. Que hay que comer cada tres horas. Que lo normal es envejecer con achaques. Que si te sientes mal, alguien tendrá una pastilla para eso.
Pero un día empiezas a cuestionarlo, investigas y descubres que todo está conectado. Que el metabolismo, las hormonas, el sistema nervioso, la digestión y el sistema inmune no funcionan por separado. Que lo que comes es un mensaje para tu cuerpo.
Lo vi claro.
No se trata de hacer dietas, ni de contar calorías.
Se trata de aprender cómo funcionas y hacer que la comida juegue a tu favor.
Hoy me dedico a ayudar a otras mujeres a entender su cuerpo. A tomar decisiones desde la información, no desde el miedo. A encontrar una manera de alimentarse sin ansiedad ni reglas absurdas.
Nos conocemos, me cuentas en qué situación te encuentras y vemos si puedo ayudarte. Sin compromiso.
© Isabel Morell 2025 Todos los derechos reservados.